jueves, 22 de mayo de 2008

Sermón del 16 de mayo

Nada mejor que las nuevas tecnologías para difundir la fe. El Padre Marciano nos explica cómo.

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, Nuestro Señor no deja de recordarnos que, para afrontar la reconstrucción del Paraíso Terrenal que tanto tiempo nos lleva prometiendo, se necesita urgentemente una ampliación de capital, porque la crisis no entiende de altares. Por tanto, es deber de todo buen feligrés iluminar a los descreídos que aún no comparten la fe auténtica y verdadera para que se unan a nuestra santa causa.

Afortunadamente, la Providencia ha querido que se hayan desarrollado en estos tiempos un sinnúmero de sistemas para hacer llegar la Buena Nueva a aquellos oídos aún reacios a escucharla. Así que no tenéis excusa, plétora de impíos, para transmitir la palabra del Señor. ¿Venga, a qué estáis esperando? ¿Qué pasa, que lo tengo que hacer yo todo?

Métodos hay de sobra, aunque quizás el más fácil sea ir de viva voz, cantando las alabanzas, bienaventuranzas y otras andanzas del Altísimo a quien nos encontremos por la calle. Otra opción sería ir de casa en casa, llamando a la puerta con una Biblia en la mano y nuestra más sana intención de alumbrar almas tenebrosas. Pero ahí incurriríamos en competencia desleal con los Testigos de Jehová, y con esto de los derechos de autor, no está la cosa como para arriesgarse a que te multen.

En los tiempos que corren, lo más eficaz, lo más moderno, lo que más vende, es montarse un medio de comunicación. Una emisora de radio, por ejemplo, que saldría bastante barata porque el Jefe será eterno e inmortal, pero repertorio tenía poco: coges un rosario, lo lees en voz alta, lo grabas, lo repites muchas veces y ya tienes para rellenar toda la programación. Mejor aún es un canal de televisión, que siempre queda mucho más espectacular; el problema es que se corre el riesgo de engendrar nuevos mitos mediáticos en plan Padre Apeles. Y si de modernices se trata, siempre nos quedará internet… aunque no me convence: nunca podrán ser lo mismo una hostia real y otra virtual.

Sin duda, la mejor solución va a ser tomar ejemplo de los hermanos de los monasterios y grabar un disco de Canto Gregoriano, para que arrase en las tiendas y ocupe lugar de honor en el Top Manta. Según me cuenta mi fiel monaguillo Ptolomeo, que de vez en cuando le concedemos la licencia de salir de juerga y gozar de los placeres mundanos, en las discotecas es lo que más se pincha. Esto place al Señor y convierte a esos lugares en sagrados, así que la próxima vez que un fornido portero os impida la entrada, pensad que lo hace en misión divina. ¡No se puede ir al Cielo en zapatillas!

Hala, hermanos, rezadme ochocientas avemarías, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!