domingo, 25 de mayo de 2008

Sermón del 23 de mayo

Antes de seguir adelante, hay que explicar de dónde procede todo, para no montarnos líos. El Padre Marciano nos lo envía.

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, la creciente falta de fe de la sociedad nos está haciendo olvidar los principios más básicos. De la mano de esa tribu de impíos que se hacen pasar por científicos, aparecen novedosas y disparatadas teorías que pretenden explicar lo que no necesita explicación, pues ya nos lo dejó el Señor todo bien claro en las sagradas escrituras. Pero no, aquí vamos de listos y pensamos que tenemos derecho a ponerlo en duda.

Combatir semejantes blasfemias es una tarea ardua que exige grandes esfuerzos. Afortunadamente Dios está del lado del bien, como no podía ser de otra manera; para eso ganó el puesto en la Gran Timba Celestial, porque Satán no contaba con el as que Nuestro Señor guardaba en Su Santísima Manga. Por eso, a través del Génesis, nos cuenta cómo le dio por crear el mundo en cómodos plazos. Tomad nota, que esto entra en el examen.

Vuestra escasa cultura, derivada indudablemente de vuestra falta de fervor religioso, cuadrilla de sacrílegos, supongo que no será tal como para que no sepáis que Dios hizo el mundo en seis días. En el primero, puso la tierra y el cielo, para tener donde apoyar las demás cosas, y como estaba todo muy oscuro encendió la luz. El segundo día vio que quedaba un poco confuso, porque cielo y tierra estaban mezclados en una especie de gran batido cósmico, así que los separó y creó el firmamento. Y el tercero se dio cuenta de que estaba todo muy reseco, con lo que se le ocurrió remojarlo un poco: mares, ríos, lagos, todo eso. De paso ya tenía con qué regar las macetas, que también plantó ese día.

Ya que tenía verdura, se podía poner a crear bichos, que ya tenía para echarles de comer. Pero antes, en el cuarto día, metió en el cielo el Sol, la Luna y unas cuantas estrellitas, para que se supiera cuándo era de día y cuándo de noche, que si no era un follón. En esto echó la jornada; luego, en el quinto, ya sí puso seres vivos: pescaíto en el agua y pajarracos en el aire. Sobre la tierra todavía nada, porque no se le había ocurrido un método para que no le pisaran el sembrado. Se ve que el sexto día sí que le vino la idea, porque entonces ya fue colocando a los animales. Y como se veía con ganas, también hizo al hombre (y a la mujer), a su imagen y semejanza, con lo que sabemos que Dios es grande y todopoderoso, pero también un rato feo. Para rematar la faena, el séptimo día, al que llamó domingo, creó la tele, el fútbol, la cerveza y el sofá, y a condición de ir a misa por la mañana, lo estableció como festivo. ¡Alabado sea el Señor!

Más vale que la explicación os haya resultado útil. Porque los humanos, que no sólo somos los más chulos del barrio sino también del planeta, venimos con evoluciones, con botellas de anís del Mono y tonterías de esas, creyendo saber cómo funcionan las cosas incluso mejor que el propio fabricante. Pues más vale no pasarse de la raya, porque la garantía ya está más que caducada, y lo de “si no queda satisfecho le devolvemos su dinero” es otra herejía merecedora de fuego eterno.

Hala, hermanos, rezadme tres mil credos, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!