viernes, 6 de junio de 2008

Sermón del 30 de mayo

El Padre Marciano ya nos contó cuando el Jefe hizo el mundo. En esta ocasión nos explica cuando le dio por poner gente por encima. No os creáis versiones raras, aquí está la verdad verdadera...

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, los mal llamados científicos e investigadores siguen dale que te pego, venga a blasfemar y a inventarse patrañas que sólo tratan de menospreciar el trabajo de Nuestro Señor. Quien, encima, en su inmensa bondad, se tomó el trabajo de crear el Universo sabiendo que no había quien le fuera a pagar ni un duro. Y los muy desagradecidos todavía le quieren quitar méritos…

En el último sermón, como bien recordaréis, estuvimos repasando el Génesis, el Origen de Todo, la Semana Fantástica de los supermercados celestiales; si no os acordáis, cogeos una Biblia y miraos la primera página, que ahí mismo viene lo de los siete días muy bien explicado. Bueno, hoy vamos a ir un paso más allá: repasaremos qué ocurrió después de ese Sexto Día en que apareció la gente sobre la Tierra. Que también el Señor vaya ideítas, luego se quejará de que le provocamos cambios climáticos. ¡A quién se le ocurre dejarnos sueltos por ahí!

Bien, estábamos en que Dios ya había puesto luz, cielo, tierra, plantas, bichos, y todo lo que hacía falta para que en el planeta hubiera algo de cachondeo. Pero aun así el Señor se aburría (es lo malo de ser todopoderoso, que todo te sabe a poco) y se le ocurrió ponerse a jugar con algo de barro que encontró en una charca. Con la tontería le salió un monigote bastante aparente, parecido a él mismo y todo. Para que el barro se secara le sopló un poco, pero se pasó de fuerza y aquello pegó un fogonazo y empezó a moverse. El Señor dijo “bueno, vale, un monstruo nuevo, mientras no dé guerra…”. Dios le fue cogiendo cariño al monigote, al que llamó Adán (qué pasa, cada uno nombra a sus mascotas como quiere). Adán parecía más listo que los demás animales de por ahí, aunque no demasiado; lo suficiente como para montárselo bastante bien en el Paraíso, el jardincito privado que el Señor le había puesto, donde podía hacer lo que le diera la gana con la única condición de no comer manzanas, que las quería Dios para hacer sidra.

Adán echaba el día tirado en la hierba sin hacer nada productivo. Entonces el Padre Eterno decidió gastarle una bromita de las suyas, porque es así de gracioso: aprovechando que le pilló dormido, le arrancó una costilla y fabricó con ella otro monigote, con alguna que otra diferencia física, que respondía al nombre de Eva. Adán ganó la posibilidad de aplicar aquello de “creced y multiplicaos”, pero a cambio también ganó en dolores de cabeza. Fijaos, descreídos, hasta qué punto, que a Eva un día se le ocurrió zamparse una manzana. Persuadida por un diablo en forma de serpiente, decía. Lógicamente el Señor se mosqueó y les echó del Paraíso a patadas: se acabó el chollo del papeo gratis. Por eso, por su culpa, el lunes que viene tendréis que estar fichando en la oficina a las nueve.

Hay por ahí quien ha leído libracos antiguos que dicen que la cosa no fue exactamente así, que el Señor creó a la vez a Adán y a una tal Lilith, que era una mujer con mucho carácter que se acabó largando en cuanto le tocaron un poco la moral, y luego ya vino lo de la costilla. Vamos a ver, pandilla de blasfemos. ¿Qué os tengo dicho de leer cosas raras? ¿Quiénes somos los que llevamos 2000 años entre sagradas escrituras y sabemos qué partes son útiles y cuáles están sólo para rellenar? Pues eso, intento de infieles, hacedme caso, que somos nosotros los que vendemos los billetes auténticos destino Salvación Eterna. No aceptéis imitaciones.

Hala, hermanos, rezadme quince mil avemarías, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!