sábado, 14 de junio de 2008

Sermón del 13 de junio

El Padre Marciano prosigue con su repaso de la Historia Sagrada, y ahora que estamos cerca del verano, toca remojarse un poco.

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, observo con satisfacción que las reconfortantes lecciones de Historia sagrada están ablandando vuestra cerril mollera y ya penetra en ellas la auténtica Verdad, ya veis la luz. Y si no la veis, limpiaos de una vez las gafas, que en esas lentes diabólicas Satán ha dejado tanta roña que seguro que podríais sacar hasta petróleo.

Bueno, para que no os perdáis hoy continuamos hablando de un pionero: Noé. A este hombre se le puede considerar como el primer gran innovador de la Biblia: es el inventor de los zoológicos y el antecedente más claro de Bricomanía. Le dabas cuatro tablones y dos clavos y te hacía una caseta para el perro que además valía como barco. ¡Que aprendan los de Ikea!

Noé siempre fue un chico un poco inadaptado. Era bueno, temeroso y estricto cumplidor de la Ley de Dios, no como las demás gentes de su época, que de puro disolutas se parecían a vosotros, hatajo de sacrílegos. Eran tiempos aquellos de lujuria, perdición y pecado constante, la gente se iba de juerga con Lucifer sin ni siquiera invitarle a las copas. El Señor no veía esto con muy buenos ojos, y como es de natural bondadoso y pacífico se le ocurrió ahogarlos a todos. Pero luego pensó que habría sido una semana de trabajo desperdiciada y que alguno habría que merecería salvarse. Así que cogió por banda a Noé, que a sus venerables 500 años estaba tranquilamente en su casa disfrutando de su pensión, y le mandó construir un arca, un barco gigante, donde habría de meter a su familia y a una pareja de bichos de cada especie.

Noé se puso manos a la obra, y en un ratillo tuvo construida una barcaza que para sí la hubieran querido los del Titanic. La gente, claro, se partía de la risa, porque no estaban inventados aún los hombres del tiempo y no esperaban que les cayera encima el Diluvio, que lo dejó todo chorreando y lleno de barro. ¡Cuarenta días y noches lloviendo sin parar! Cuando por fin escampó, Noé mandó una paloma a que se diera una vuelta (Dios tiene fijación por estos pajarracos), y como volvió con una rama de olivo en el pico, dedujeron que ya había sitios no cubiertos por el agua. Allá que se fue con todos los habitantes del barco, y él solito repobló el planeta, donde desde entonces, como todos los malvados estaban en remojo, ya sólo hay bondad, armonía y devoción por el Señor.

El Altísimo aseguró algún tiempo después que quizás se le había ido un poco la mano y que si nos portábamos mal nos castigaría, pero no sería tan severo. ¡No os fiéis! Más os vale ser buenos feligreses, porque Dios es inmisericorde para con los herejes, y su cólera todavía puede derramarse con toda la furia que le apetezca. ¡Que para eso el universo lo hizo Él, y cambia las reglas cuando le da la gana!

Hala, hermanos, rezadme siete mil credos, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!