viernes, 5 de diciembre de 2008

Sermón del 14 de noviembre

El Padre Marciano parece a punto de rendirse, porque con tal de que no explique los mandamientos, la Divina Providencia ya hasta se lía a guantazos...

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, estoy a punto de dar por imposible lo del repaso a los pecados capitales que llevamos dejando a medias desde hace varias semanas. La actualidad sigue siendo imparable y acapara toda nuestra atención, que para eso estamos en la radio. Así no hay quien os eduque y os lleve por el camino del bien. En fin, el Señor sabrá…

Dentro de lo malo, por lo menos tenemos el honor de viajar a Tierra Santa para contar la noticia que nos aflige. Resulta que en Jerusalén, dentro de una iglesia, unos cuantos monjes de las comunidades ortodoxa y armenia se liaron a golpes, como si aquello fuera un ring de boxeo. Se ve que discutían por ver quién la tenía más larga… ¡hablo de la cruz, malpensados!

Dice la crónica que la discusión empezó porque los armenios estaban celebrando una procesión ahí en la iglesia del Santo Sepulcro, que es ni más ni menos que el lugar donde los civilizados romanos clavaron a Jesucristo en el madero y luego le enterraron. Los tablones se encontraron en el siglo IV, y los monjes armenios lo estaban conmemorando, pero los ortodoxos griegos, que se conoce que hay muchos por allí, se molestaron porque no les habían invitado a la fiesta.

Así que el grupo de griegos se colocó en la puerta y no dejó a los armenios salir, porque decían que la cruz no era suya, que no tenían derecho a acapararla, y que por lo menos un ortodoxo tenía que ir con ellos. Los armenios se negaron, los ánimos se fueron calentando, y al final acabaron a golpes. Ahí es cuando el Señor le quitó la razón a todo el mundo y demostró una vez más que el pueblo elegido son los judíos: tuvo que ir la policía de Israel a poner un poco de paz para que no siguieran dándose hostias, por supuesto consagradas.

Sabemos que en vuestra obtusa mente sólo hay sitio para el pecado, así que imagino que no habréis captado la moraleja de esta historia. Y no es otra que ésta: cuando de violencia se trata, Dios se queda solo, que para eso es Todopoderoso y por menos de nada manda lluvias de langosta o diluvios torrenciales. Así que más vale no buscarle las cosquillas y cumplir fielmente con sus preceptos y mandamientos, que a lo mejor un día de estos, si Dios quiere, los termino de explicar.

Hala, hermanos, rezadme ochocientos credos, en armenio o en griego, me da lo mismo, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!