lunes, 10 de marzo de 2008

Sermón del 7 de marzo

Tenía pensado continuar con el ciclo de Pecados Capitales, pero una noticia le ha obligado a interrumpirlo...

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, hoy teníamos pensado continuar con nuestro repaso a los pecados capitales, que falta hace, a ver si volvéis al buen camino de una vez. Sin embargo, una noticia nos ha ofuscado el alma y nos obliga a cambiar de planes.

Oíd, incrédulos, la blasfemia que apareció en la prensa el pasado día 5, por supuesto sin rimas lujuriosas. Un profesor de la universidad de Jerusalén, un tal Benny Shanon, asegura que el profeta Moisés se encontraba bajo los efectos de “potentes alucinógenos” cuando bajó del monte Sinaí con las tablas de los Diez Mandamientos. Dice este Shanon que era lo habitual en las ceremonias religiosas de la época, y que aún lo sigue siendo en tribus perdidas en medio de la jungla. El hereje universitario dice que él mismo se ha metido de todo en una ocasión que se quedó unos días en el Amazonas. Probablemente luego se volviera a Israel volando a lomos de un brioso elefante rosa.

Hemos de condenar rotundamente la blasfemia de este descreído. El bueno de Moisés era un hombre demasiado serio como para andar fumándose cosas raras, bastante tenía el pobre con tener que hacer de guía turístico de su tribu cuarenta añitos en medio del desierto, sin siquiera un triste mapa. Más parece que el que en realidad estuviera colocado fuera Nuestro Señor, porque vaya unas ideítas que se le ocurrían en aquellos tiempos. Sin ir más lejos, lo de grabar los diez mandamientos en piedra. ¡Con lo fácil que le hubiera resultado al Señor Todopoderoso pillar un cuaderno y un boli! Pues no, en dos losas de mármol. Que no sólo pesaban un quintal y dejaban al tío Moisés fatal de la espalda, sino que además eran bastante frágiles; de hecho hubo que repetirlas cuando el jaleo del becerro de oro.

Otro numerito curioso de Nuestro Señor: lo de la zarza ardiendo. Con lo mal que está la cosa con los incendios, y se le ocurre manifestarse churruscando matorrales. ¡En cualquier sitio le hubieran vendido por tres duros un equipo de megafonía que dejaría en ridículo a los de las discotecas donde vosotros, pervertidos pecadores, vais a incitar a la lujuria al ritmo de infernales reggaetones!

Pero bueno, Nuestro Señor se lo puede permitir, que para eso es el que manda y lo de crear el mundo en seis días debe de ser muy estresante, alguna diversión podrá tener de vez en cuando. Eso sí, el Creador ha puesto en el mundo todas estas hierbas para su uso privado y exclusivo, así que si las cogéis sin su consentimiento, no sólo le estaréis robando y se añadirá uno más a vuestra interminable lista de pecados, sino que os agarraréis un amarillo que os dejará unos cuantos días doblados, para que conozcáis de verdad lo que es la Cólera de Dios.

Hala, hermanos, rezadme kilo y medio de Padrenuestros, no os droguéis ¡y tampoco pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!