lunes, 18 de febrero de 2008

Sermón del 1 de febrero

El Padre Marciano reflexiona sobre los muchos nombres que recibe el Diablo.

Métete en los Comentarios para ver el texto. 

1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, llevamos unas cuantas semanas escandalizándonos con noticias que enviarían a sus protagonistas al más lúgubre de los infiernos, de las que naturalmente no debéis tomar ejemplo. Pero es justo y necesario reflexionar sobre qué es lo que os encontraréis allí los desdichados que no tenéis suficiente peloteo para con Nuestro Señor.

Unos diréis que el cocinero de la gran barbacoa de carne humana es “el Diablo”. Otros replicaréis que se trata de “el Demonio”. Habrá quien diga que Satán, algunos apuntarán que se llama Lucifer, otros afirmarán que Belcebú… y así hasta el infinito. Pues no puede ser. Tenemos que llegar a un consenso, porque ya bastante perverso es de por sí el Maligno, como para que encima le creemos trastornos de personalidad y se vuelva más retorcido aún.

Analicemos detenidamente algunos de los apodos que se le han puesto al pobre Diablo. Para comenzar, veamos Lucifer. ¿Os parece un tratamiento digno para alguien malvado y perverso? ¿Oís Lucifer y os asustáis? ¡Qué miedo va a transmitir un nombre que suena a fabricante de bombillas!

Luego está Belcebú, que ya impone un poco más, suena más contundente. El problema es cuando te coges un diccionario y te pones a buscar de dónde viene y lo que significa. Y resulta que en hebreo, o arameo, o alguna de esas lenguas absurdas que el Señor se sacó de la manga cuando lo de Babel, Belcebú quiere decir “el señor de las moscas”. Y claro, se le pierde todo el respeto. Alguien que tiene que mantenerte condenado para toda la eternidad, pero que puede ser derrotado con un triste bote de insecticida, no parece muy convincente.

Satán parece mejor todavía. Tiene más sonoridad, es claro y comprensible, fácil de recordar, e incluso impone un poco cuando lo oyes. Satán. Se llena la boca de letras. Por eso es ideal para ponérselo a un bulldog o a algún otro perro de esas razas más agresivas. Y claro, en mitología pierde toda su credibilidad, a ver quién se asusta de un tipo que en vez de condenarte al fuego eterno con voz cavernosa, te pega un ladrido.

Hay hasta quien le llama Mefistófeles, al pobre. Que parecerá extraño, pero es casi el mejor de todos, porque suena a filósofo griego. ¿Y qué hay más terrorífico para los escolares que la asignatura de filosofía, nido de conocimientos de utilidad bastante relativa, prueba palpable de que el saber a lo mejor no ocupa lugar pero sí mucho tiempo de estudio, y fuente de crueles e indiscriminados exámenes suspendidos?

Aun así, lo más razonable es no marear tanto la perdiz y dejarlo simplemente en Diablo. Que así le pusieron su padre y su madre antes de que Dios le castigara empujándole al Inframundo un día que le pilló despistado en su nube. Bien merecido se lo tenía, por ir presumiendo de guapo. Hay que respetar las jerarquías, que pa chulo Nuestro Señor.

Hala, hermanos, rezadme diez o veinte rosarios, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!