lunes, 18 de febrero de 2008

Sermón del 21 de diciembre

El Padre Marciano dedicó su Sermón pre-navideño a los científicos que no saben que todo está ya inventado...

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, la blasfemia y la herejía campan a sus anchas por esta tierra del pecado. Disfrazándolas de ciencia, algunos iluminados se permiten difundir barbaridades que ofenden a Nuestro Señor y atentan contra la sagrada Ley Natural.

Por desgracia, el Santo Oficio ya no puede meter mano a toda esa caterva de librepensadores, como se hacía eficazmente no muchos siglos atrás. Aunque bueno, parece que las cosas pueden cambiar, ahora que tenemos de presidente del club al chico éste alemán con nombre de dibujo animado. Pero mientras todo vuelve a su ser, no hay que bajar la guardia. Es deber de todo buen creyente denunciar las barbaridades que estos “científicos” de medio pelo van difundiendo por ahí.

Ya atacaremos con el rigor que merecen a aquellos impíos que aseguran que el hombre desciende del mono, y el mono de los árboles. Hoy, aprovechando que estamos en fechas señaladas en las que todos nos llevamos bien y tenemos mucho amor que dar y todas esas cosas tan bonitas que se dicen, vamos con otro tema, que no por menos relevante deja de tener gravedad.

Hoy se trata de hacer no de abogado del diablo, sino del mismísimo DIOS, ante las calumnias que algunos, en su afán por desprestigiar a la Iglesia, lanzan contra Él. A éstos, hay que recordarles que Nuestro Señor es Todopoderoso, y que de todo lo que la humanidad diseñe, Él ya tiene cuatro o cinco ejemplares en alguna estantería de su divino chalet en el Paraíso.

Por ejemplo, hay quien nos pretende vender como un éxito de la medicina un descubrimiento, según dicen, muy moderno, como es la técnica que llaman de fecundación in vitro. ¡Insensatos descreídos! Precisamente se van a cumplir dos mil siete años desde que Dios la inventó. ¿O cómo creéis que funciona eso de que María sea virgen y de pronto se le hinche la barriga?

Nada de moderneces con probetas y jeringuillas, que además contravienen todas las normas de castidad que Nuestro Señor estableció, y que prohíben expresamente fabricar churumbeles con métodos diferentes a los que predicaban los misioneros. Todos los doctores, médicos y enfermeros que participen en estas operaciones, aparte de caer en pecado mortal, están contraviniendo los derechos de autor. ¡Ay de vosotros como despertéis la cólera de Ramoncín!

Además, habéis de saber que si Dios no permite que nadie usurpe sus métodos, no es sólo por quedarse él con el monopolio. El Altísimo tiene sus cosas, como todo el mundo, pero en el fondo es buena gente. Por eso quiere evitar “daños colaterales”, como el caso del pobre José. Que vale, el buen hombre muchas luces no tenía, para no darse cuenta, pero tampoco es de recibo estarle recordando los cuernos dos milenios después. Así que para evitar estas cosas, si Dios ha puesto unas normas, hacedle caso, ¡o si no luego no me vengás llorando, diciendo que os ha castigado!

Hala, hermanos, rezadme ocho o nueve salves, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!