lunes, 18 de febrero de 2008

Sermón del 14 de diciembre

En su segundo sermón, el Padre Marciano nos hablaba del dogma de la Inmaculada Concepción, aprovechando que se celebró su fiesta el día 8 de diciembre.

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, este mes de diciembre es muy especial para todas las gentes de bien. No sólo porque se celebra la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo, motivo de por sí suficiente para la alegría. El pasado sábado 8 ha sido el Día de la Inmaculada Concepción.

Algunos de vosotros, bestias herejes, os limitaréis a congratularos por la jornada festiva extra, y os montaréis un puente que más bien parezca acueducto, como los que hacían en Roma cuando se aburrían de echar cristianos a los leones. No os pararéis a pensar, desdichados, en el significado profundo de tan señalada fecha.

Oíd, blasfemos, lo que en verdad quiere decir que la Virgen María, la Madre de Dios, es inmaculada. Esta palabra significa limpia, sin manchas. Lo contrario que vuestra camisa cuando coméis macarrones con tomate, cerdos, que no sabéis ni manejar un tenedor. Lástima de generación torcida, degenerada, que no ha pasado por las manos de las ursulinas, o de las capuchinas, sino sólo de las cocaínas.

¿Y qué tiene de particular que Doña María sea una mujer limpita? Os preguntaréis, insolentes. Mucho más de lo que podéis imaginar. Al contrario que vosotros, que sois carne de barbacoa en el chalet de Lucifer, la Virgen no tenía ningún pecado. Absolutamente ninguno. Y no porque fuera buena gente, que también. Por no tener, no tenía ni el pecado original, ése con el que todos los humanos nacemos por el simple hecho de serlo.

Como sois una recua de acémilas sin cultura ni conocimiento, os preguntaréis de dónde viene todo esto, qué pecado original es ese si vosotros no habéis roto un plato. ¡Pues echadle la culpa a Eva! Eva, sí, la primera mujer, la de la costilla que le arrancó Dios a Adán. Sí, es que Nuestro Señor tiene un humor peculiar, algunas cosas parece que no tienen mucha gracia, pero hay que cogerle el punto; luego es un cachondeo.

La tal Eva, ahí donde la veis, era una lagarta de cuidado. Imaginaos a la parejita, ahí en el paraíso, tan felices, retozando tranquilamente. Les había dicho Dios: podéis hacer lo que os dé la gana, pero no me toquéis ese manzano, que me está costando una pasta en fosfatos. Bueno, pues un día Adán se tumba para echarse una siesta y Evita aprovecha para pillar una manzana. Así, por su cara bonita. Que se lo mandó una serpiente, decía. Ahora resulta que las serpientes hablan. El Señor, claro está, se mosqueó y les echó del paraíso a patadas, y encima les condenó a que el pecado fuera hereditario, y lo arrastraran todos sus descendientes. Imaginaos la catástrofe si en vez de manzana hubiera sido una sandía.

En vuestra blasfemia os parecerá injusto que María se librara de cargar con la venganza del Señor. Habéis de saber, inocentes, que en el cielo también hay enchufes. Sólo Dios conoce las razones por las que fue ella la elegida y no otra mujer. Pero desde hoy, ya sabéis: no conviene meterse con los pelotas de la clase, ni con los trepas en la oficina. Pueden ser enviados de la Divina Providencia.

Hala, hermanos, rezadme 15 o 20 credos, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!