lunes, 18 de febrero de 2008

Sermón del 15 de febrero

El Padre Marciano nos recuerda que los Carnavales ya han terminado, y por tanto empieza la Cuaresma.

Métete en los Comentarios para ver el texto.

1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, tras las últimas semanas de desenfrenado y pecaminoso frenesí por fin ha terminado el Carnaval, esa fiesta de orígenes paganos, por tanto blasfemos, que no hace más que corromper el orden que nuestra recta fe se empeña en mantener. Llega ya el tiempo de la Cuaresma, etapa de oración y recogimiento. Y vosotros, viles pecadores, tenéis mucho que recoger.

La Cuaresma, como bien sabréis pese a vuestra moral disoluta, son los 40 días anteriores a la Semana Santa, que es esa semana en la que al hijo del Jefe, que se estaba dando una vuelta tranquilamente por Jerusalén, le trincaron los romanos y le pusieron clavos, como a un vulgar tablón de contrachapado. Como a los creyentes de buena voluntad esas cosas nos dan mucha pena, porque para una vez que tan ilustre personaje nos hace una visita está feo recibirle así, durante estos días nos dedicamos a fregarnos el alma con zotal hasta que no quede ni rastro de pecado.

Pero no sólo nos tenemos que limpiar el alma: también ha de quedar el cuerpo como una patena, sin rastro de mancha. O sea, que durante estos días, nada de grasa, que no hace más que pringar: prohibidísimo comer carne. Bueno, está bien, haremos una concesión al pobre gremio de carniceros, que de algo tienen que vivir. Basta con que no se coma carne los viernes, y con eso tendréis un cuerpo y un alma resplandecientes, para estar presentables cuando llegue la Semana Fantástica. No es tan complicado, ¿no?

Aun así, muchos de vosotros, tragaldabas del infierno, no estaréis dispuestos a tan nimio sacrificio en pos de la virtud y la vida ordenada. No pasa nada, todo está previsto. Desde tiempos inmemoriales hemos inventado un mecanismo que permite zampar lo que apetezca en el día que apetezca sin temor al fuego eterno; es lo que el tío Benedicto y sus amigos llaman “Bulas”. Por un módico precio, ni solomillos ni hamburguesas comprometerán la hipoteca de vuestros chalecitos adosados en el Paraíso.

Lamentablemente, esta santa tradición de las Bulas está pasando de moda. Pues habéis de saber, insensatos que os neguéis a cotizar, que Nuestro Señor es extremadamente riguroso con la contabilidad, y cada albóndiga que os zampéis sin el pertinente salvoconducto supondrá cinco grados más de calor en las calderas del Averno. Si queréis salvaros, ya sabéis, en vuestra parroquia de guardia os la financiamos en cómodas mensualidades.

Hala, hermanos, rezadme un kilo de padrenuestros, bendecidme la mesa, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!