miércoles, 27 de febrero de 2008

Sermón del 22 de febrero

El Padre Marciano, en su cruzada por erradicar la herejía de la sociedad, ha comenzado un ciclo de monográficos sobre los siete Pecados Capitales. Hoy toca el primero: la soberbia.

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1 comentario:

Señor Pato dijo...

Ave María Purísima.
Queridos hermanos, notamos con preocupación y desagrado que, pese a las edificantes charlas de moral que os transmitimos, vuestras toscas molleras siguen cerradas a la virtud, y vuestras almas opositan firmemente a un puesto en las calderas de Belcebú. Los últimos datos que nos han pasado los del centro de encuestas, después de determinar que los políticos las prefieren rubias, demuestran que tenéis los espíritus cada día más corrompidos.

Pues esto no puede seguir así, porque habéis de saber que aquí vamos a comisión, y por cada alma salvada el obispo nos sube el presupuesto; a ver si podemos ahorrar de una vez la gotera y quitarle el chubasquero a la estatua de San Cucufato. Así que tenéis que ser buena gente y encaminaros al paraíso. Y ni caso a los que os digan que el cielo es mucho más aburrido que el infierno. No os imagináis las juergas que se corren los angelotes y los querubines, ni lo fuerte que pega el gregoriano en las discotecas celestiales.

Por tanto, es necesario que toméis nota de qué es lo que debéis evitar si queréis la salvación eterna: son los llamados Pecados Capitales, que son siete, y a cuál más gordo. Aunque qué os voy a contar, si seguro que con lo herejes que sois los conocéis ya todos, y de alguno sois hasta clientes VIP…

Comenzamos por el principio, por aquello del orden lógico y esas cosas. El primero de los siete Pecados Capitales es la soberbia. El diccionario lo define como “apetito desordenado de ser preferido a otros”; para que lo entendáis, básicamente consiste en ser más chulo que un ocho verde pistacho, y encima creérselo. Soberbio es el que presume de sus capacidades menospreciando a sus congéneres, el que va de listo, el que cree tener la verdad universal, ignorando, pobre insensato, que ese privilegio sólo lo tenemos unos pocos escogidos con línea telefónica directa con Nuestro Señor. Es lo que tiene estudiar Teología, que en la facultad se hacen contactos de gente guapa, no como vosotros, mindundis con carreruchas de tres al cuarto. ¿Qué clase de influencias tiene, por ejemplo, un vulgar comunicador audiovisual? ¿Para qué valen, para sujetar cámaras? Venga ya…

Recordad, por tanto, que no se debe ser soberbio, porque como dijo el profeta Homer Simpson, no importa cuán bueno seas en algo: siempre habrá al menos un millón de personas en el mundo más competentes que tú. El único que se puede permitir ese lujo es el Señor, que para eso es todopoderoso. Y fijaos lo modesto que es en su gloria, que ni siquiera le gusta presumir y se guarda los milagros para cuando es estrictamente necesario, porque dice que si no, sería muy fácil llegar a santo. Y tampoco es plan, que luego se ponen los altares muy promiscuos, y además se gasta un dineral en velas.

Hala, hermanos, rezadme cuarto y mitad de salves rocieras, ¡y no pequéis, recordad que el Jefe lo ve todo!